El miedo, es el peor de los lastres, el peor de los compañeros, el peor de los consejeros, la peor compañía en los sueños...
y los sueños, sueños son.
Un lugar donde escribir, donde hablar con uno mismo, para llorar y reír sin censuras, público y anónimo, intimo y compartido, un espacio para soñar...
viernes, 29 de abril de 2011
Tardío Día 2
El cielo
de Huelva era triste y gris, la lluvia le daba al aire un olor a limpio y el
frio se apoderaba del ambiente. Era el segundo día de un viaje extraño, que iba
sucediendo así desordenadamente. Alguien que se levanto a muchos kilómetros de
ella, cogió su coche solo para buscarla, solo para tenerla entre sus brazos esa
noche, para olerle el pelo, para besarle el cuello para sentir su calor entre
todo el frio de Huelva. Ella que se había visto sola en su viaje, pensativa,
lectora y escritora, turista anónima en una Sevilla repleta de matices cálidos
lo echaba de menos, y no podía mentirse. La cabeza dice, no le querrás como a él,
te arrepentirás, estas ensuciando lo que un día fue perfecto, la cabeza le dice
pero con el no eras feliz, con el no serás feliz, la cabeza le repite: si no es
con el ¿serás feliz con alguien? La cabeza la interroga incansable y ella
incapaz de contestar, se ahoga en un mar
de preguntas y deja que la corriente la arrastre y termina por tomar una sola
decisión, prefiere las consecuencias que las opciones, está agotada de pensar,
no sabe que quiere, dejara que su cuerpo decida, dejara de pensar para empezar
a sentir, para disfrutar, para soñar, para volver a reírse y a llorar, ella no
sabe qué hacer, pero va a empezar a actuar y así al menos podrá equivocarse.
jueves, 17 de marzo de 2011
Nómada sin compañía
Hace un par de semanas organice un viaje, un viaje que se presentaba alocado y entretenido, divertido, repleto de fiestas, risas, bromas, confesiones y buena compañía. Las circunstancias, esas a las que algunos llaman destino, me hicieron tomar ese avión sin compañía alguna y como la necesidad de estar solo es probablemente el sentimiento que más rápido se satisface, tuve mucho tiempo para escribir, para pensar, y para decidir...
Día 1: los destinos resultan a veces difusos, confusos, extraños, improvisados, solitarios. Así es hoy Sevilla, una Sevilla solitaria y melancólica, repleta de pensamientos y llamadas telefónicas, una Sevilla que se muestra preciosa y solemne, una Sevilla donde no se puede compartir la imagen que impregna la retina, el frescor del río, la pasión del flamenco o el sabor suave de un vino frío en una terraza. Y entre cambio y cambio, lo que tenía que haber sido un viaje repleto de risas, cervezas, fiestas, confesiones y recuerdos, se cambia por las miradas al infinitos, los largos momentos de silencio, los paseos sin rumbo fijo. Escribí en otra ocasión que las cosas o los lugares terminan siendo importantes por una asociación, por el vinculo de compartir un gran momento. Y eso será Sevilla para mi, mi destino en solitario, la ciudad que me acoge y evita mi soledad con la alegría de la gente, con la calidez del sol y la mezcla de olores en las calles. Asi será mi Sevilla, maternal, protectora, luminosa y alegre.
Día 1: los destinos resultan a veces difusos, confusos, extraños, improvisados, solitarios. Así es hoy Sevilla, una Sevilla solitaria y melancólica, repleta de pensamientos y llamadas telefónicas, una Sevilla que se muestra preciosa y solemne, una Sevilla donde no se puede compartir la imagen que impregna la retina, el frescor del río, la pasión del flamenco o el sabor suave de un vino frío en una terraza. Y entre cambio y cambio, lo que tenía que haber sido un viaje repleto de risas, cervezas, fiestas, confesiones y recuerdos, se cambia por las miradas al infinitos, los largos momentos de silencio, los paseos sin rumbo fijo. Escribí en otra ocasión que las cosas o los lugares terminan siendo importantes por una asociación, por el vinculo de compartir un gran momento. Y eso será Sevilla para mi, mi destino en solitario, la ciudad que me acoge y evita mi soledad con la alegría de la gente, con la calidez del sol y la mezcla de olores en las calles. Asi será mi Sevilla, maternal, protectora, luminosa y alegre.
Tenía
tanto en que pensar cuando el avión aterrizaba, que las ideas se le
atropellaban en la mente, a veces prefería cerrar los ojos y dormir, pero sus
pensamientos incansables invadían los sueños, y continuaban con su desordenado
alboroto, generando ansiedad y obsesión. Entonces despertada y mezclaba su
realidad con la de su mente y ellos conseguían protagonizar su vida y relegarla
a un papel secundario, quizá sea demasiado benévola, ellos conseguían
convertirla en mera espectadora de su realidad. La cobardía e ilusión de una huida se apoderaban de ella continuamente, tan a
menudo que consiguió hacer huir a su mente mientras ella vagaba por su vida sabiendo que su
esencia más profunda estaba lejos, en un lugar remoto dentro del cuerpo, donde
nadie la ve, donde nadie la alcanza.
La vida
se le asemejaba a un rio basto y
arrasador, un régimen turbulento que nos
convertía en insignificantes gotas condenadas a seguir la corriente. Un trabajo
decidido sin la madurez de un adulto, una opción universitaria tomada demasiado
pronto, con demasiada simplicidad, una forma de vida que nadie le advirtió. Un
gremio sordido donde las cifras se disparan y con ellas la arrogancia, la
prepotencia y la deshonra. El dinero como principal responsable, como principal
objetivo, el poder, la ambición de asustar bajo rango. Un mundo
donde los inseguros se hacen un hueco bajo su título o puesto y se atreven a
mirar al mundo a la cara con su disfraz de ingeniero, pero temerosos y débiles
como han sido siempre, un mundo donde unos a otros se recuerdan que son la
cúpula de la sociedad, un mundo sin calidad humana, donde la honradez sufre el
más abosuto de los desprestigios, donde la mentira es la indiscutible dueña y
señora de cada conversación, donde la duda es de incompetentes y los ordinarios alaridos de profesionales.
Pero
pararse a pensar no es sencillo, mirar de frente a la realidad y decirle, mira,
lo nuestro es imposible.
lunes, 7 de marzo de 2011
Mamá quiero ser adulta. Las mujeres de 12 años.

Recuerdo soñar con el amor de los
cuentos de hadas, recuerdo las rosas en San Valentín, las tarjetas con versos
fáciles, los regalos, los detalles, que puedes hacer más a los 14 años que
enamorarte del amor. Recuerdo como apenas conocía a mi supuesto amor, y
recuerdo como amaba, quizá no a él, pero entonces no lo sabia, tampoco
importaba. Adoraba jugar a estar enamorada, cumplíamos todas las pautas que nos
habían enseñado, todas las que habíamos visto en la televisión o leído en algún
libro. Cogerse de la mano en el cine, los mensajes de amor por las noches, si
bien los podíamos haber mandado a un buzón ajeno, solo necesitábamos una
respuesta, de quién? pues del amor, tuviera el nombre que tuviera. Las cenas románticas
de cada aniversario, bailar como pretexto para sentirse cerca. Recuerdo amar,
soñar o idealizar, a penas nos preocupábamos de saber bien a quien amábamos,
pues lo único que queríamos, era amar.
Siempre he creído saber porque ocurrió
así, es un cambio, un proceso, quieres sentir que significa eso, quieres
comprobar como se siente una mirada, una caricia, incluso un beso tímido. Pero
apenas eres una niña que juega a ser una mujer y que a penas comprende. Un día,
igual en el que creces, miras al otro y dices, creo que todo este tiempo, he
querido mucho, pero no creo que te haya querido a ti.
Y apenas lloras, porque no es dramático
perder a esa persona, y si echas de menos algo, no es a él o ella, es que te
has hecho mayor y se te acabo el juego. Creo que por eso dicen que el primer amor
siempre es maravilloso, porque no depende de nadie, solo de la idea, de esa
idea de perfección, con esa maravillosa falta de realidad, de información y de
realismo.
Ahora sin embargo, todo parece
distinto, quizá sea que estoy creciendo y tengo ese horrible prejuicio que
nombra Sabater, de pensar que las futuras generaciones, son degeneraciones
nuestras. Pero dónde esta esa niñez, esa inocencia, esa ignorancia sobre el
mundo de los adultos, sobre sus problemas y sus hábitos, sus formas de
relacionarse, su manera de amarse o odiarse.
La información esta por todos
lados y eso hace que estén más preparados, pero también más adultos y desde muy
pronto. En la era de la comunicación, donde todos nos contaminamos y nutrimos de
las costumbres de todos, ¿no estaremos contaminando a los niños de madurez? ¿No
estaremos creando niños que viven como adultos, y que como consecuencia
terminan cargando problemas de adultos? ¿No estaremos provocando inmadurez al
frustrar sus infancias o creando adultos neonatos?
Cada etapa de nuestra vida es tan
única como necesaria en nuestro desarrollo. Necesitamos ser niños y que nos
cuiden, tener el amor y la protección que nos hace sentir seguros. Crecer y
tener un millón de sueños “para cuando sea mayor”, aprender a caminar, tropezar con problemas
pequeños para empezar a levantarnos poco a poco, entender que cada decisión que
tomamos tiene sus consecuencias con pequeños ejemplos, que en el futuro ni
siquiera nos parecerán problemas.
Magnificar situaciones creyéndolas
complejas, difíciles y buscar soluciones a problemas a nuestra medida. Necesitamos
entrenarnos para el futuro, crecer, conocer y comprender para llegar, algún día,
a saber algo. También tenemos que revelarnos contra el mundo, sentir que nadie
nos entiende, pelearnos con nuestros padres, romper algunas normas y crear
normas nuevas. Necesitamos ir entendiendo que le pasa nuestro cuerpo, apreciar
los cambios, disfrutarlos, ver como vamos, día a día, transformándonos en
hombres y mujeres, y necesitamos las decepciones inevitables, que conlleva el
estar creciendo, comprender que algunos sueños, eran sólo eso. En definitiva,
entrar poco a poco en un nuevo mundo con el que tendremos que convivir por
siempre.
Ahora parece que ese camino es
una prueba de velocidad, cuado siempre debió ser una carrera de fondo, quizá también
de obstáculos. Tengo una sensación de crecimiento desorganizado, de exceso de
información, ventanas abiertas a la realidad demasiado pronto, parece que no
esta de moda ser un niño a partir de los 11, o con algo de suerte, de los 12
años.
Algunas mañanas las veo pasar,
muchas tienen aún la alegría y la curiosidad en los ojos, pero hay que buscarla
detrás el maquillaje. Ver como caminan como adultas y hablan como adultas,
descubriendo muchas cosas para las que no están preparadas, jugando con el
peligroso rol de ser mayor. Algunas mañanas las veo pasar y siempre tengo el
mismo pensamiento, mira, ahí van mujeres de 12 años.
martes, 1 de marzo de 2011
Soy un completo incompleto
Tú me completas,
eres mi otra mitad, mi media naranja, donde yo termino, tú comienzas, te
cruzaste en mi camino y fuiste camino, estaba perdida y entonces, llegaste…
Muchas veces se
nos olvida que somos irremediablemente únicos y diferentes a todos los demás, aunque
hoy, me he puesto a pensar en lo contrario. Me he puesto a pensar en las
similitudes que nos hacen miembros de unos grupos, al tiempo que nos cierran
las puertas de otros muchos. Cualidades eliminatorias que nos diferencian en
sectores, señalando qué tenemos y qué nos falta.
Si ponemos el
ejemplo más claro de esas diferencias determinantes, encontramos los dos
grandes grupos, en los que al unirnos, dividimos el mundo. Hombres y mujeres.
Tanto en la
naturaleza, como en la historia, como en el día a día, siempre se nos ha
trasmitido la idea de ser incompletos individualmente. Ser sólo mitad de un
todo, y estar, por tanto, irremediablemente condenados a buscar la otra mitad.
Desde un punto
de vista biológico, está justificado. Un hombre y una mujer encajan, sus
cuerpos encajan, además maduran células que también encajan, y no sólo eso,
sino que como resultado de este encaje, garantizamos y perpetuamos nuestra
propia existencia. Así pues, no parece que haya mucho que discutir al respecto,
somos mitades dependientes de la misma naranja. Esta idea no sólo esta latente
tanto en la sociedad, como en la naturaleza, sino que además parece
irrefutable. Pero yo me pregunto, en nuestra condición racional, donde lo natural
no prevalece siempre, ¿no existen ya otros modelos de naranja? ¿No vemos cada
día, como dos mitades, que biológicamente no encajan, se unen en su todo particular?
Y si esto es posible, ¿seremos capaces de pasar por encima de esa concepción
natural de sentirnos una mitad? ¿Conseguiremos ser uno, completo, único, al
tiempo que parte del conjunto? ¿Y podrá ser éste, un conjunto más abierto y no
el tradicional que forman sólo dos?
No cabe a
discusión que uno solo no puede serlo todo, pues cada una de nuestras cualidades
tiene su antónimo, tan incompatible como necesario para su existencia. Así
pues, no somos capaces de ser introvertidos y extrovertidos al mismo tiempo, no
podemos ni serlo todo, ni tenerlo todo.
Pero, ¿dónde pone que para ser completo haya que tenerlo todo? Quizá
tengamos una idea errónea de lo que significa la plenitud. Quizá no entendamos
que ser completo simplemente significa sentirse completo, sin incluir ningún
tipo de vínculo. Una vez sintamos esa plenitud individual, podremos aceptar que
entre todas las cosas que sí tenemos, otras muchas nos faltan y que podemos
encontrarlas y hacerlas nuestras en cualquier medio y momento.
Llegados a este
punto, se plantea una nueva cuestión, ¿por qué conformarnos con lo que nos
aporta una sola persona? ¿Existirá alguien capaz de darnos todo aquello que nos
falta? y en el caso de que esa persona exista, ¿qué probabilidades tenemos de
encontrarla? ¿Vamos a esperar, que la enorme cantidad cosas que no cubrimos
solos, las cubra una persona? ¿No estaremos fingiéndonos completos, mientras la
realidad es que preferimos olvidar que andábamos en busca de todo eso que nos
falta, que no tenemos, que echamos de menos sin querer, rindiéndonos y asumiendo
que el todo, siempre fue una utopia?
Puede que el
todo sí sea una utopia, pero prefiero cargar con mis necesidades a echarlas sobre
alguien. Y para esto, he comprendido que puedo ser completa e individual, que
puedo devolverme la mirada en el espejo, oler mi perfume y escuchar mi propia
voz. Y que cuando esa voz se dirija alguien, no buscará aprobación, ni
aceptación, no querrá reafirmarse ni complacer, no tendrá miedo a ningún
rechazo, pues no tratará de convencer de nada. Esa voz sólo dirá: “esto es lo
que soy, quizá puedas aprender algo, qué tal si me hablas de ti, así tal vez,
yo también aprenda alguna cosa”
Tú me acompañas,
compartes mi curiosidad, mis ganas de seguir creciendo, donde yo termino,
comienza el mundo, te cruzaste en mi camino y me encantó dejar de caminar
sola, tuve que encontrarme, para
encontrarte a ti…
jueves, 17 de febrero de 2011
De entre todo lo efímero, lo intangible, de los miedos, los sueños, los recuerdos...
Hay canciones, lugares, olores, incluso sabores que van firmados con el fuego de un gran recuerdo. Cómo puede sino hacernos llorar una imagen, unas cuantas notas robadas de una guitarra, o un montón de letras puestas así, una tras otra, por el capricho de quien cogió su pluma. Por asociación, porque un día alguien te canto esa canción, te silbo en el oído unas notas cualesquiera, que a partir de ese momento, serían vuestras notas. Porque una noche, cuando volvías inundada por la emoción un beso, o de una lagrima, entre todo lo que tenias a tu alcance escogiste ese libro y desde ese momento, entre tú y esas líneas se estableció un vínculo, la unión de compartir un gran momento.
Y así, va pasando el tiempo, y poco a poco nuestra vida se llena de símbolos a los que estamos unidos por la magia de un momento pasado. Y tan tierno, como melancólico, tan dulce como doloroso, nuestros recuerdos nos acompañan, nos advierten, nos enseñan y nos engañan.
Claro que no siempre los queremos cerca y como dice Sabina, “al encalar la casa” metemos todo lo que nos une a esos recuerdos, que ahora son dolorosos, en una caja condenada a un armario y escondemos parte de lo que somos, por no poder soportar la comparación inevitable de sentir que entonces, cada día convertíamos una simpleza en algo importante y que ahora todo lo que se supone importante nos parece una simpleza.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)