jueves, 17 de marzo de 2011

Nómada sin compañía

Hace un par de semanas organice un viaje, un viaje que se presentaba alocado y entretenido, divertido, repleto de fiestas, risas, bromas, confesiones y buena compañía. Las circunstancias, esas a las que algunos llaman destino, me hicieron tomar ese avión sin compañía alguna y como la necesidad de estar solo es probablemente el sentimiento que más rápido se satisface, tuve mucho tiempo para escribir, para pensar, y para decidir...


Día 1: los destinos resultan a veces difusos, confusos, extraños, improvisados, solitarios. Así es hoy Sevilla, una Sevilla solitaria y melancólica, repleta de pensamientos y llamadas telefónicas, una Sevilla que se muestra preciosa y solemne, una Sevilla donde no se puede compartir la imagen que impregna la retina, el frescor del río, la pasión del flamenco o el sabor suave de un vino frío en una terraza. Y entre cambio y cambio, lo que tenía que haber sido un viaje repleto de risas, cervezas, fiestas, confesiones y recuerdos, se cambia por las miradas al infinitos, los largos momentos de silencio, los paseos sin rumbo fijo. Escribí en otra ocasión que las cosas o los lugares terminan siendo importantes por una asociación, por el vinculo de compartir un gran momento. Y eso será Sevilla para mi, mi destino en solitario, la ciudad que me acoge y evita mi soledad con la alegría de la gente, con la calidez del sol y la mezcla de olores en las calles. Asi será mi Sevilla, maternal, protectora, luminosa y alegre.



Tenía tanto en que pensar cuando el avión aterrizaba, que las ideas se le atropellaban en la mente, a veces prefería cerrar los ojos y dormir, pero sus pensamientos incansables invadían los sueños, y continuaban con su desordenado alboroto, generando ansiedad y obsesión. Entonces despertada y mezclaba su realidad con la de su mente y ellos conseguían protagonizar su vida y relegarla a un papel secundario, quizá sea demasiado benévola, ellos conseguían convertirla en mera espectadora de su realidad.  La cobardía e ilusión de una huida se apoderaban de ella continuamente, tan a menudo que consiguió hacer huir a su mente mientras ella vagaba por su vida sabiendo que su esencia más profunda estaba lejos, en un lugar remoto dentro del cuerpo, donde nadie la ve, donde nadie la alcanza.

  La vida se le asemejaba a un rio basto  y arrasador, un régimen turbulento que nos convertía en insignificantes gotas condenadas a seguir la corriente. Un trabajo decidido sin la madurez de un adulto, una opción universitaria tomada demasiado pronto, con demasiada simplicidad, una forma de vida que nadie le advirtió. Un gremio sordido donde las cifras se disparan y con ellas la arrogancia, la prepotencia y la deshonra. El dinero como principal responsable, como principal objetivo, el poder, la ambición de asustar bajo rango.  Un mundo donde los inseguros se hacen un hueco bajo su título o puesto y se atreven a mirar al mundo a la cara con su disfraz de ingeniero, pero temerosos y débiles como han sido siempre, un mundo donde unos a otros se recuerdan que son la cúpula de la sociedad, un mundo sin calidad humana, donde la honradez sufre el más abosuto de los desprestigios, donde la mentira es la indiscutible dueña y señora de cada conversación, donde la duda es de incompetentes y los ordinarios alaridos de profesionales.

Pero pararse a pensar no es sencillo, mirar de frente a la realidad y decirle, mira, lo nuestro es imposible. 


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